jueves, 3 de enero de 2008

martes, 1 de enero de 2008

Lopardo

Obediente hijo, incierto alumno, silencioso siempre por falta de coraje, optó hacia la vocación literaria por no poder manejar vestiduras más complejas. Desempleado, tullido de alma, limitado en sus vistas, con gusto contaría su idiota desgracia de no estar postrado en cama a causa de la tediosa pereza. Rulfo y Lautreamont le secaron el cerebro. Aún busca una bacinica que le sirva de laurel y un poema a quien servirle de escudero.